A tres semanas de la firma del acuerdo trilateral USMCA, ahora llamado en español T-MEC, se ha hablado mucho de la manera en que el país se verá afectado, para bien y para mal. Uno de los temas centrales en las negociaciones ha sido el sector agroindustrial, debido a la importancia que guarda en las relaciones comerciales entre los países firmantes. Es por eso que, ya con tiempo suficiente para reflexionar, es relevante analizar las posturas y las opiniones, para ofrecer un análisis más profundo y sin intereses políticos de por medio.
Lo primero que hay que notar es que T-MEC es, al final del día, una revisión o, me atrevería a decir, una continuación del TLCAN. Por esta razón, es apropiado marcar las distinciones entre ambos acuerdos. Como ya se ha mencionado de manera incansable, uno de los aspectos que más se rescatan es la eliminación de las cláusulas de estacionalidad. Como es de esperarse, su ausencia marca una victoria importante para los productores mexicanos, como lo es también el blindaje que los productores ahora tienen con respecto a las alegaciones e investigaciones que de ellas deriven en temas de dumping y otras prácticas comerciales desleales. Siguiendo el principio de presunción de inocencia y asumiendo que se trata de comportamientos bona fide, la forma en la que está construido este acuerdo nos lleva a pensar más en la solidificación de relaciones comerciales entre pares y no en rivales acérrimos forzados por ley a llevarse bien. Otro tema relevante en la materia es la cláusula por virtud de la cual se crea un comité agrícola encargado de darle seguimiento y asegurar el cumplimiento de las obligaciones de las partes, así como impulsar el desarrollo del campo y el comercio internacionales. Este comité asegurará la cooperación, las relaciones comerciales justas y sanas, así como el impulso a la innovación tecnológica.
Dentro de este último rubro, podemos mencionar la creación de un Grupo de Trabajo para la Cooperación en Biotecnología Agrícola, algo sin precedentes en las relaciones comerciales de los países de América del Norte. A diferencia de la redacción del acuerdo de 1994, T-MEC tomó en consideración los avances en temas de biotecnología, entre los que se incluyen tópicos como la edición de genes y la recombinación de ADN. De igual forma, se incluyen disposiciones que ayudarán a robustecer y homologar las medidas sanitarias y fitosanitarias entre los tres países. De este modo, los procesos adecuados garantizarán calidad e inocuidad, lo que favorecerá y facilitará el comercio exterior.
Claro que, para hablar de las victorias de T-MEC, tenemos que hablar también de los retos que enfrenta. Sobre todo, el rezago del campo mexicano y la promesa de la autosuficiencia alimentaria, una deuda histórica con el pueblo de México. El nuevo gobierno ha prometido tener dentro de su agenda la autosuficiencia alimentaria del país como una prioridad. De entrada, esto podría sonar en contraposición directa con la firma de un acuerdo comercial que facilita las importaciones de otros dos países en cuestiones de productos agropecuarios. Es sobre todo relevante si pensamos que la incidencia en materia de importaciones ha ido en crecimiento constante durante los últimos seis años.
El campo mexicano sufre un rezago y los apoyos han sido insuficientes, ineficaces y mal canalizados. Esto deja en desventaja directas a los productores mexicanos contra sus pares estadounidenses y canadienses. Mientras que, en México, tenemos casos de corrupción a los apoyos al campo, falta de cooperación y hasta duplicidades en los apoyos, Estados Unidos y Canadá ofrecen subsidios multimillonarios para sus productores de granos básicos y de hortalizas. Esto crea un superávit en la balanza de producción de ambos países y perpetúan el ciclo de las importaciones. Mientras que México sea incapaz de solventar los problemas que aquejan a su campo, hablar de “autosuficiencia alimentaria” quedará como mero discurso de campaña.
¿Entonces, T-MEC es bueno o malo para México y su agricultura? Depende a quién le preguntes. Mientras que para los negociadores, políticos y empresarios de gran envergadura resulta un paso hacia adelante para delimitar las políticas comerciales de México en materia agroalimentaria, para los pequeños productores sigue resultando un lastre más a seguir arrastrando, mientras no se aplique una verdadera modernización integral al campo y no se logre un verdadero rescate. Lo que es cierto es que T-MEC no debe ser la panacea comercial para México. Así como en otros sectores, México debe quitarse de encima la dependencia comercial que tiene con Estados Unidos, y T-MEC no ayuda mucho a esto. Pese a que es impostergable la búsqueda de acuerdos comerciales con países europeos y asiáticos, la redacción de T-MEC obliga a los países firmantes a rendir cuentas a los otros sobre toda negociación y acuerdos que se lleguen a tener con países ajenos al texto. Esto no es más que un claro intento de Estados Unidos por mantener a los mercados rivales fuera de sus fronteras; en este caso, China. Por fortuna, seguimos extendiendo nuestros lazos con nuevos países por medio de acuerdos como el TPP11, próximo a ratificarse por los países necesarios para iniciar la cuenta regresiva hacia su entrada en vigencia. Claro que no todo es bueno en este aspecto, pues los ánimos revisionistas de Estados Unidos y sus logros en T-MEC le han despertado la curiosidad a países como Brasil. En el país sudamericano, el contendiente que apunta a ganar las elecciones, el derechista Jair Bolsonaro, dijo que, de llegar a la presidencia, propondría someter Mercosur a revisión. Esto pese a que, según los análisis económicos más recientes, Brasil es el único beneficiario real de este acuerdo.
Así las cosas, T-MEC es tanto una puerta de oportunidad como una nueva serie de obstáculos a superar. Bastará ahora sólo a esperar la ratificación del tratado que, al menos de parte de Estados Unidos, podría no ocurrir sino hasta 2019. Las elecciones por el Congreso del país angloparlante se aproximan y, en ellas, los republicanos podrían perder la mayoría que tanta ventaja le ha dado al titular del ejecutivo, Donald Trump. El cambio en la balanza de poder podría llevar el tema de T-MEC a una inoportuna postergación y, con ella, más dolores de cabeza para quienes esperamos con ansias el resultado de este triángulo de amor-odio comercial.
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