La semana pasada, China dio la bienvenida al nuevo año. Al seguir el zodiaco chino, nos encontramos con que 2019 es el año del cerdo, uno de los 12 animales descritos en su astrología y cosmovisión. Con esto como base, me pareció pertinente ver de qué manera repercute el cerdo, no sólo en la alimentación china, sino en materia de comercio exterior y qué relación guarda este titán asiático con México en el plano del intercambio comercial agroalimentario.
Primero, un poco de contexto. China es el país con la mayor población en todo el mundo; no sólo eso, sino que tiene una extensión de terreno que lo posicionan como el cuarto país más grande del planeta. Como uno podría pensar, un país con tal población requiere cantidades monumentales de comida para dar abasto a sus necesidades y, con una población principalmente rural, no tienen problema haciéndolo y produciendo de sobra. Para muestra, un grano de arroz. Mientras que un país como México tiene una producción aproximada de 258 mil toneladas y un consumo de 1.2 millones, China tuvo una producción anual, hacia 2017, de más de 212 millones de toneladas, lo que equivalió a más de 27% de la producción anual de todo el mundo. De hecho, la producción de arroz chino es tan descomunal que el país se da el lujo de subastar sus reservas de arroz a países vecinos como Laos o Taiwán.
En cuanto a la carne de cerdo, se trata del producto cárnico más consumido en China. A decir de este punto, china produjo 54.8 millones de toneladas de carne de cerdo en 2017, equivalente a 49.5% de la producción global de porcino. Lo interesante de esto es que sus exportaciones de cerdo no figuran ni siquiera entre las primeras cuatro del mundo. Mientras que en 2017 China exportó 208 mil toneladas, el lugar que le sigue en la escala, Brasil, el cuarto lugar mundial, exportó más del triple, con 786 mil toneladas. Ya ni hablar de Estados Unidos y la Unión Europea, cuyas exportaciones se acercan a los 3 millones de toneladas cada uno.
China, por su parte, sí importa cerdo, pero las fricciones comerciales con Estados Unidos han vuelto más difíciles el intercambio entre ambos países. De hecho, las importaciones de carne de cerdo americana tuvieron un repunte en 2011, cuando alcanzaron los $110 millones de dólares, pero han venido en descenso hasta estar cerca de la marca de los $50 millones de dólares en 2018. De hecho, las exportaciones de carne porcina de Estados Unidos a China disminuyeron 27% anual en mayo de ese año, luego bajaron 19% en el mismo junio. Y es que Estados Unidos, bajo la administración Trump, se ha empeñado en imponer aranceles sobre productos chinos y tarifas para lograr topes de importación, a lo que China ha respondido con medidas espejo, para mostrar que no van a dejarse pisotear por las prácticas desleales de Estados Unidos.
Aquí, como dicen popularmente, es cuando la puerca tuerce el rabo. De acuerdo con analistas y expertos en la materia, la guerra comercial entre China y Estados Unidos tendría como grandes ganadores a la Unión Europea, a Canadá y a México. En marzo de 2019, Estados Unidos decidirá si aplicar un arancel de 20% a las importaciones chinas, medida que sería contestada por el gobierno que encabeza Xi Jinping. De darse el caso, se estima que México podría captar hasta 27 mil millones de dólares al volverse una opción más viable y rentable que atender a la necedad del gobierno de Donald Trump. Esta cifra no es nada despreciable, pues representaría una cantidad equivalente a 6% de sus exportaciones totales.
De hecho, China se está volviendo una opción cada vez más atractiva para fomentar lazos comerciales para México. Ya desde el sexenio pasado, el gobierno chino se mostraba interesado en invertir en el sector agroalimentario de la región sur-sureste del país. Mientras tanto, en 2018, ambos países firmaron un convenio para fortalecer el intercambio comercial y lograr importaciones de carne de cerdo y frutos rojos. Ya hacia ese mismo año, se reportaba que las exportaciones agroalimentarias de México a China habían registrado un crecimiento de 54% en los primeros cinco meses, con respecto al mismo período del año anterior, equivalentes a más de $320 millones de dólares. El mercado chino está abierto a productos mexicanos como tequila, aguacate, carne de cerdo y bovino, frambuesa, arándanos, maíz blanco, lácteos, tabaco y, más recientemente, sorgo. De hecho, la importación de sorgo desde México, sobre todo para la producción de bebidas refrescantes y alcohólicas fermentadas, podría representar un crecimiento desmedido en la producción de este cultivo en Sinaloa, al punto de verse rebasado en su extensión territorial cultivable y tener que recurrir a territorio de Tamaulipas. Algo similar como lo que sucede con la soya brasileña. Muchos toman esta decisión con un grano de sal, pues opinan que china está pagando a otros países por cultivar y utilizar sus recursos propios para obtener la producción que necesita en vez de gastar los que tiene en su propio territorio. Sin meternos en cuestiones políticas o ecológicas, lo cierto es que este nuevo convenio es una oportunidad de alto valor para México, pues el gobierno chino es muy celoso en cuanto a la importación de perecederos, pero México ha logrado, de alguna manera, posicionarse como el país que más de estos productos exporta al país asiático.
Ahora bien, México tiene una producción porcina considerable. De acuerdo con el Atlas Agroalimentario 2012-2018, elaborado por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la porcicultura mexicana creció 16.4% en este periodo. En cuanto a los estados productores, Jalisco sumó 301,148 toneladas, lo que le dejó ingresos hasta por $14, 580 millones de pesos en 2017 y se colocó como el principal productor a nivel nacional. Por su parte, Sonora reportó 261,757 toneladas; Puebla, 165,563 toneladas, y Yucatán, 138 mil 917 toneladas. Hacía 2016, la producción nacional alcanzó la cifra de 1 millón 376,199 toneladas, cantidad suficiente para alimentar dos veces a la población de China e India, las dos mayores del mundo.
Y si, ahora, sumamos un acuerdo comercial en el que tenemos una facilidad para exportar este cárnico a China, no debemos dejarla pasar. Claro que esto significa seguir invirtiendo en controles sanitarios estrictos, cosa que se ha hecho de sobremanera en los últimos años. Como muestra, basta decir que México ha sido declarado como un país libre de Gripe Porcina, lo que sólo aumenta el atractivo del producto nacional.
Cabe señalar que México y China, pese a tener acuerdos comerciales variados, no cuentan con un tratado de libre comercio. Ambos países se encuentran constantemente en negociaciones y en tratos formales para dar el siguiente paso hacia una liberación gradual y total de aranceles, sobre todo en materia agroalimentaria, pero la sombra omnipresente de Estados Unidos podría ser la principal razón por la que la firma no llega. Esto será aún más difícil una vez aprobado el T-MEC con su redacción actual, pues una cláusula, algo leonina, establece que todos los países formantes están obligados a informar a sus contrapartes de cualquier intento siquiera de negociación de algún acuerdo comercial con un país fuera del tratado; más aún, también tienen la obligación de proporcionar copia de todos los esfuerzos de dicha negociación so pena de salir del acuerdo. Esto, aunque en voz baja, es una medida que Estados Unidos impuso para evitar que China llegue por sus puertas traseras, y el principal afectado es México.
Así las cosas en la relación China y México; dos países que podrían parecer muy distantes, pero que encuentran un punto en común en el cerdo y el amor que tienen sus habitantes por su carne y por la participación que tiene en sus cocinas tradicionales y dietas básicas. Con esto como antecedente, sólo podemos esperar a que el gobierno pueda concretar algo antes de que T-MEC entre en vigor, pues sólo será una lucha cuesta arriba hacia la diversificación comercial una vez que México entre a la nueva modalidad comercial en la que tiene de su lado a la mayor economía del mundo, con sus altibajos de posturas contrastantes, para sorpresa de nadie, no siempre de la mejor manera.
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