Hace dos semanas, estalló un conflicto en Michoacán en torno a los aguacates, uno de los productos más importantes de exportación del campo mexicano. El nivel de importancia del fruto es tan alto que, en los agronegocios, se le llega a conocer como el “oro verde”. Y no es para menos. En 2017, se llegaron a consumir hasta 3,500 toneladas de aguacate mexicano en los Estados Unidos al día. Esto implica sumas millonarias y una cantidad inefable de empleos directos e indirectos relacionados con el fruto. Para muestra, podemos volcarnos a los estimados en cuanto a las pérdidas que este paro en la comercialización representa, cerca de 60 millones de pesos por cada día que los aguacates no se mueven.
¿Qué es lo que hace que detone un problema así? En principio, la cantidad masiva de producto que se comercializa y lo bien que otros mercados lo pagan en contraste con el precio en los mercados domésticos. Mientras que de manera local el kilo de aguacates se vende al mayoreo en $48 pesos el kilo de calidad súper extra, un kilo exportado a Estados unidos de características similares cuesta el equivalente a $73 pesos. Es por eso que el mercado de exportación es la meta deseada de cualquier productor de aguacates y por qué organizaciones como la APEAM guardan con tanto recelo la certificación que tienen sus cultivos como producto de exportación. Es por esta misma razón que argumentan la forma desleal en la que productores de otros estados movilizan su producto -en su concepción- de calidad inferior a Michoacán, con la intención de exportar como si proviniera de productores miembros. Esto se debe de manera preponderante a que la APEAM es la única asociación de su tipo avalada por el USDA (el Departamento de Agricultura de EUA) y la SAGARPA.
También está el hecho de que los productores no pertenecientes a la APEAM exigieran vender a un mayor precio, mientras que la asociación argumentaba que los precios responden a la ley de la oferta y la demanda, por lo que una inflación en los precios sería artificial y desastrosa. Es importante resaltar que la APEAM únicamente reconoce como productos de exportación a los aguacates de Michoacán y que su agenda gira en torno a los intereses de esta región. Esto ha sido motivo de discordia para otros estados productores, como Jalisco. La pugna ha sido tal que llegó a las mesas de discusión de T-MEC, para que un producto como el aguacate mexicano no se vuelva sinónimo únicamente de aquél que fue cultivado en Michoacán o, en su defecto, en Jalisco. Se debate el acceso de los productores de aguacate de todo el país a las exportaciones, lo cual sólo beneficiaría a los productores y al mercado. Como siempre decimos: mientras más competencia, más calidad y mejores precios. Por último, no hay que olvidar que también existió la discusión entre los empacadores y los productores, pues tampoco pudieron llegar a un acuerdo entre lo que se vende y lo que se paga. En un negocio tan lucrativo como el del aguacate, todos quieren llevar agua para su molino y el único afectado es el consumidor final.
Aquí lo cierto es que el aguacate es muy codiciado, tanto por sus propiedades como por haberse vuelto casi un ingrediente indispensable en las cocinas de muchas partes del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, el aguacate se ha vuelto un producto de novedad, una comodidad exclusiva del sector hípster de Nueva York. Claro que también es piedra angular del guacamole, el platillo más disfrutado durante el Súper Bowl. El aguacate mexicano es pieza distintiva de uno de los eventos más marcadamente americanos que puede haber. El problema realmente es la falta de diversificación comercial que existe. Si bien Japón se está convirtiendo en otro referente para la exportación de aguacate, las formas de venta directa México-Japón escasean; los productores mexicanos dependen de un comercializador en Estados unidos para que el aguacate llegue a Japón, y es en los estados unidos donde se queda el valor agregado.
Si bien es un acierto que existan organizaciones de productores del tamaño de la APEAM o la APROAM, también es cierto que los productores deberían tener más alternativas para poder comercializar más directamente a otros países en los que el aguacate se pague mejor. No es que el comercio con Estados Unidos esté mal, pero, como dicen por ahí, todo exceso es malo. 80% del aguacate que sale de México va para nuestro vecino del norte, y 80% de esa cantidad proviene de Michoacán. Si pudiéramos llevar más oro verde a lugares como Medio Oriente o Europa, los cultivos mexicanos, sus sabores y texturas, podrían empezar a conquistar el mundo de la misma manera que han conquistado la escena “cool” de Brooklyn y San Francisco.
Es por eso que, en Smattcom, nos dimos a la tarea de ayudarles a los productores no sólo a concretar ventas en el extranjero de manera directa, sino a asesorarlos en cada paso del camino, desde la parte legal hasta la logística, para que sus productos lleguen hasta donde ellos quieran. La necesidad de exportar es real. Smattcom ofrece todas las herramientas para que esto sea posible.
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